Hace cinco años, cuando los frailes franciscanos iniciaron las peregrinaciones al Pozo del Pescado, en Trancas, apenas medio centenar de fieles los acompañaron. Pero la voz de los promesantes que volvían al año siguiente para agradecer por los favores recibidos fueron atrayendo cada vez más fieles. Ayer más de 300 devotos acudieron al desolado y polvoriento paraje donde San Francisco Solano, el gran evangelizador de América, clavó su bastón e hizo brotar agua para terminar con una larga sequía. El pozo no sólo no se secó a lo largo de 400 años sino que cada vez tiene más agua, fresca y cristalina.

“Hace cinco años me enfermé de los intestinos. Estuve 44 días muy mal. Una señora me contó que su ex marido se había curado de un cáncer a la garganta tomando agua del Pozo del Pescado de a sorbos, con cucharita. Entonces empecé a venir, a rezar, y a tomar esta agua bendita. Hasta que un día me hicieron una colonoscopía y el médico, sorprendido, lo llama a mi hijo: ‘mirá esto es un milagro, tu mamá no tiene nada en los intestinos’. Yo me largué a llorar y le prometí a Solano difundir su obra y su devoción”, testimonia Susana Juárez de Porra, vecina de Concepción. Ella trae un contingente de fieles todos los años al Pozo del Pescado.

Siete colectivos y más de 12 autos particulares estacionaron en el enorme predio, ubicado a tres kilómetros de la Villa Vieja de Trancas, por la ex ruta 9.

En la soleada mañana dominguera fray Marcos Porta, guardián del convento de San Francisco, apura el paso de la procesión que lleva una pequeña imagen del santo. Todos lo siguen por unos 100 metros de camino de tierra seca, flanqueado por talas, tarcos, tipas y todo tipo de árboles con espinas. Los rezos y los cantos se mezclan por momentos con el cotorreo de los loros que pasan en bandadas. El cielo está azul y el sol brilla más fuerte de lo que se espera para fines de julio. Muchos caminan con sus abrigos doblados al brazo y anteojos de sol.

La procesión llega hasta la gruta del santo, pequeña y adornada con flores blancas y marrones, como el hábito franciscano. Adentro no cabe un solo recuerdo o exvoto más, de los miles que les dejaron los promesantes.

A la izquierda está la fuente de cemento, pero el manantial es mucho más grande y se extiende hasta formar una enorme laguna tapizada de berro. Muchos fieles se apartan de los rezos para ir a juntar un poco de esos vegetales verdes para la ensalada.

El padre Marcos y los servidores de San Francisco (que trajeron cinco colectivos llenos de fieles) han preparado varias ceremonias que incluyen la bendición del agua, fuente de purificación y de renovación de las promesas bautismales, y del fuego. La cirio simboliza a Cristo, luz del mundo. Los servidores repartieron velas a los peregrinos que encienden con la llama del cirio, para representar la unión entre todos y con Cristo.

La fiesta del Pozo del Pescado se realiza el domingo siguiente a la fiesta de San Francisco Solano, el 26 de julio.

Tres deseos

Cada peregrino que viene por primera vez tiene el derecho de tirar de la cuerda del campanario. Según la tradición, el santo concede tres peticiones especiales a esa persona. Ayer, se escucharon muchas campanadas, pero también muchos testimonios de devotos. Muy nerviosa, Cristina tomó el micrófono y contó que ella tenía un cáncer, oró con fe a la Virgen de Catamarca y se curó milagrosamente. Miriam dijo que invocó a la Virgen de La Merced, comenzó a tomar agua del Pozo del Pescado y que sus cuatro tumores se tornaron benignos.

Roxana García, tiene cinco hijos y es servidora incondicional del convento de San Francisco. Cuenta que hace 20 años su hijo sufrió un aneurisma. “Él tenía apenas 10 años. Yo le rogaba a Dios que me dé la fuerza para decir ‘Señor, que se haga tu voluntad’. Para mí era tremendo porque yo ya había sufrido la muerte de una hija de un año, por varicela. Como mi hijo se curó completamente yo quedé infinitamente agradecida. Otra vez el Señor auxilió a mi hija que nació de seis meses. El médico me había dicho que no iba a sobrevivir. Pero para Dios no hay nada imposible”, dice emocionada.

Otro fiel agradecido es Walter Osmar Arroyo, que por motus proprio preparó mate cocido y distribuyó pan para las 300 personas. Su madre, María Arroyo, vivió toda su vida en Trancas. Cuenta que cuando era chica sus padres traían a todos sus hermanos a bañarse al Pozo del Pescado. “No conocí otro médico más que San Francisco Solano”, cuenta. Sin embargo, ella y todos sus hijos son enfermeros.

Martes 

- La Comisión Nacional de Pastoral Carcelaria visitará Tucumán con motivo del Congreso Eucarístico.

25 de agosto 

- Se realizará en Tucumán el Congreso Internacional sobre la Vida. Participan disertantes de todo el mundo. Informes en la secretaría de la Catedral.